A veces me dan ataques estúpidos de optimismo, en el momento
menos adecuado. Me imagino por la gran vía, o por Triana o por el Realejo de tu
mano después de otro día duro de trabajo. No sé si te conozco no se en que
trabajo, pero una rara felicidades me invade y sonrió a los desconocidos por la
calle, es tan rara esa extraña felicidad que me entran ganas de cantar y de
bailar como en un musical de Broadway o me
entran ganas de salir corriendo ir gritando como un loco sin camiseta con una
felicidades desbordante. Sé que el día
que consiga eso no estaré en lo más alto, pero sí que será iré por el centro
del camino. Y todo volverá a merecer la pena, no importara que te entren ganas
de llorar parado en un semáforo que los ataques de ira te sacudan el alma. Las
lagrimas y el llanto, la derrotas y quedarte en el banquillo. Todo eso algún día
quedara atrás. No sé si quedara mucho o quedara poco, solo sé que tengo un
sueño y voy a derramar hasta la última gota de sangre para intentar que se haga
realidad mi sueño y no es otro que vivir la vida que quiero.
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