Miro la luna esperando a que su manto negro caiga lentamente sobre mi ciudad, escondido en la zapata del puente que une y divide la ciudad. Los patos navegan por la ciudad como veleros de carne y hueso en perfecta formación. A lo lejos suena el tronar de tambores y el quejido de la corneteria de alguna banda que sueña con esa semana de primavera. Miro la luna que mira a la torre del oro, que como yo al lado de la orilla se refleja en el Guadalquivir en nuestra soledad.
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